He aquí. quien se ha arrepentido de sus pecados es perdonado; y yo, el señor, no los recuerdo más.
Por esto podréis saber si un hombre se arrepiente de sus pecados: He aquí, los confesará y los abandonará.
Doctrina y Convenios 58:42-43
Esta escritura da un esquema similar de lo que mencioné antes de cómo arrepentirse: Hay que confesar el pecado y abandonar el pecado. Me parece sencillo, pero al tratar de hacerlo sola por mi misma, cada vez descubro que no lo puedo hacer. Tal vez ustedes han sentido la misma frustración que siento a menudo: a pesar de mis buenas intenciones, día tras día sigo cometiendo los mismos errores y cayendo en las mismas tentaciones que he tratado de dejar. Me enojo con mis hijos sin justificación, juzgo a otros cuando no actúan de acuerdo con mis preferencias, malgasto el tiempo, etcétera, y mis esfuerzos para mejorarme sólo me parecen dar frutos microscópicos. Si tengo que abandonar todos mis pecados para cumplir con los requisitos del arrepentimiento y así ganarme el perdón, nunca lo lograré, y no hay esperanza para mi.
Para darles un ejemplo sencillo, varias veces cuando he estado en el templo he sentido la voz del espíritu decirme que necesito cuidar mejor a mi cuerpo y dormir más de lo que históricamente he hecho. Ya son años que estoy recibiendo esta dirección de dios, y no lo he seguido bien mas de unos dias. Sé lo que debo hacer, pero no lo hago. ¿Hay perdón para mi en este caso, cuando no he abandonado el pecado?
Estos pasos no son malos; realmente son buenos para guiarnos a traves del proceso del arrepentimiento. Pero lo más importante es recordar qu en realidad el perdón no es algo que podemos ganar a través de estos pasos o las buenas obras. El perdón es un don de Dios, que se nos da por medio de la expiación de Jesucristo. Sin este acto de amor y sacrificio, no hay cosa alguna que pudiéramos hacer para ganar el perdón, porque al momento de pecar, hubiéramos perdido la salvación por toda la eternidad. Sí es importante que ponemos el esfuerzo para arrepentirnos y mejorarnos, pero el propósito de este proceso no es perfeccionarnos antes de recibir el perdón, sino que es de reorientarnos hacia el Señor para poder recibir su gracia y el don del perdón que se hace posible por medio de su sacrificio expiatorio. Esta gracia también nos esfuerza para tratar otra vez y seguir adelante cuando desfallezcamos. Voy a leer parte de la escritura antedicha otra vez, pero esta vez quiero enfocarme en lo que nos enseña acerca del carácter de Dios.
He aquí. Quien se ha arrepentido de sus pecados es perdonado; y yo, el señor, no los recuerdo más.
¡Esto me dice que el Señor no está buscando oportunidades de condenarme! No quiere que me esconda con vergüenza cuando haya pecado. Es un padre perfecto que quiere perdonarnos libremente y olvidarse completamente de nuestros pecados. Nos ama tanto que dio a su Hijo Unigénito para hacer posible este don, y no creo que lo hizo para que unos pocos de sus hijos escogidos volvieran a Él. Creo que Él quiere que todos sus hijos sepan de su amor y reciban este don, y asi es algo que todos podemos lograr si tratamos de hacerlo.
El Profeta y presidente anterior de la Iglesia, Gordon B. HInckley, dijo
La gran Expiación fue el acto supremo del perdón. La magnitud de esa Expiación trasciende nuestra capacidad de entender completamente. Lo único que sé es que en verdad aconteció y que fue tanto para mi provecho como para el de ustedes. El sufrimiento fue tan profundo y la agonía tan intensa que nadie puede llegar a comprender que el Salvador se hubiera ofrecido como rescate por los pecados de toda la humanidad.
Por medio de Él obtenemos el perdón. Mediante Él recibimos la promesa cierta de que a todos se nos concederán las bendiciones de la salvación y de la resurrección de los muertos. Por medio de Él y de Su extraordinario y supremo sacrificio, se nos brinda la oportunidad, si es que somos obedientes, de la exaltación y la vida eterna.
Entonces, no podemos arrepentirnos sin Jesucristo. No podemos recibir el perdón sin Jesucristo. Así que, si queremos buscar el perdón del Señor, tenemos que buscar a Jesucristo. Teniendo esto en la mente, al estudiar las escrituras en cuánto al perdón, podemos entender los consejos no como demandas que Dios nos pone para lograr el perdón; en cambio, podemos verlos como una guía que podemos seguir para buscar a Cristo y re-fijar nuestra mirada hacia Él cuando hayamos desfallecido y nos hayamos extraviado de la senda estrecha.
El buscar a Cristo requiere que aprendamos quien es Él. Y las mejores maneras de conocer a Cristo son de comunicarse con Él a través de la oración y aprender de Él por medio de las escrituras, las cuales proveen una historia de cómo ha guiado a su pueblo trás la historia.
En el Nuevo Testament, Jesús afirme que tiene el poder de sanarnos. Dice:
El Hijo del Hombre tiene potestad para perdonar pecados,
¿Y cómo aplica Él este poder con nosotros? En el libro de Números, Lo describe asi:
Jehová, que es tardo para la ira y grande en misericordia, que perdona la iniquidad y la transgresión.
Esto me indica cuán liberal es el Señor en perdonarnos. Tal vez el ejemplo más poderoso de su capacidad de perdonar se ve cuando Jesús estaba colgado en la cruz, y aún entre el sufrimiento extremo, pidió perdón por los que le estaba torturando y matando, porque no entendían lo que hacían.
Éste es un Dios a quien me puedo acercar. Es un Dios misericordioso. Es un Dios a quien puedo pedir sin temor si mi corazón está sincera.
Teniendo en mente este conocimiento de quien es el Señor, voy a volver a los consejos que nos ha dado en las escrituras en cuanto a cómo recibir el don del perdón.
Ya dijimos que debemos hacer lo que podemos para dejar nuestros pecados al confesarlos, pedir perdón, y abandonarlos. Cada vez que pecamos, podemos pedir de nuevo, sin temer que el Señor se va a cansar de nuestras pedidas. En el Libro de Mormón, en el Libro de Mosias, el Señor dice al Rey Benjamin:
Sí, y cuántas veces mi pueblo se arrepienta, le perdonaré sus transgresiones contra mí.
Además, al trabajar en la obra del Señor, nos ayuda a mantener el perdón porque nos ayuda a mantenernos cerca a Jesucristo. Primeramente, al hacer y guardar convenios con el Señor, él nos perdona los pecados. En el libro de Hechos, 2:38, Pedro dice al pueblo:
Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo.
Al ejercitar la fe y cumplir con las sagradas promesas que hacemos con el Señor al bautizarnos y después al hacer más convenios en el templo, podemos seguir recibiendo el perdón de nuestros pecados a pesar de nuestra debilidad.
Además, El Rey Benjamin también dijo:
Y también os perdonaréis vuestras ofensas los unos a los otros; porque en verdad os digo que el que no perdona las ofensas de su prójimo, cuando este dice que se arrepiente, tal ha traído sobre sí la condenación.
Entonces, otro requisito para recibir el perdón del Señor es perdonar a los demás cuando nos hayan ofendido. Al perdonar a otros, seguimos el ejemplo del Señor y nos acercamos a Él. Benjamin siguió su discurso en cuanto a cómo podemos buscar la remisión de nuestros pecados al buscar al Señor:
Y otra vez os digo, según dije antes, que así como habéis llegado al conocimiento de la gloria de Dios, o si habéis sabido de su bondad, y probado su amor, y habéis recibido la remisión de vuestros pecados, lo que ocasiona tan inmenso gozo en vuestras almas, así quisiera que recordaseis y retuvieseis siempre en vuestra memoria la grandeza de Dios, y vuestra propia nulidad, y su bondad y longanimidad para con vosotros, indignas criaturas, y os humillaseis aun en las profundidades de la humildad, invocando el nombre del Señor diariamente, y permaneciendo firmes en la fe de lo que está por venir, que fue anunciado por boca del ángel.
Y he aquí, os digo que si hacéis esto, siempre os regocijaréis, y seréis llenos del amor de Dios y siempre retendréis la remisión de vuestros pecados; y aumentaréis en el conocimiento de la gloria de aquel que os creó, o sea, en el conocimiento de lo que es justo y verdadero.
Y ahora bien, por causa de estas cosas que os he hablado —es decir, a fin de retener la remisión de vuestros pecados de día en día, para que andéis sin culpa ante Dios— quisiera que de vuestros bienes dieseis al pobre, cada cual según lo que tuviere, tal como alimentar al hambriento, vestir al desnudo, visitar al enfermo, y ministrar para su alivio, tanto espiritual como temporalmente, según sus necesidades.
Podemos ver que todas estas cosas no son cosas que podemos hacer de una vez y ser perdonados. Son cosas que nos trae el perdón porque nos traen a Jesucristo y nos inspiran a caminar en esta vida siguiendo el ejemplo que nos dejó: el de amar y servir y perdonar a todos los demás.
Si ustedes son perfeccionistas como la soy yo, puede ser que al escuchar todos estos requisitos y recomendaciones, sientan abrumados. A veces no siento que puedo hacer más de lo que estoy haciendo ahora. Pero como dije al principio, no tenemos que hacer todo en este mismo momento, por nosotros mismos. Si estamos haciendo un esfuerzo con buenas intenciones, tratando de buscar a Cristo, tengo confianza de que nuestros esfuerzos serán aceptados. También se nos ha dado el don del Espíritu Santo para guiarnos y enfocarnos en las cosas que Dios quiere que hagamos en cualquier momento. El profeta Nefi enseñó:
Porque he aquí, os digo otra vez, que si entráis por la senda y recibís el Espíritu Santo, él os mostrará todas las cosas que debéis hacer.
Quiero invitar a cada uno de nosotros a considerar el estado de nuestra relación con Dios, y a preguntarle lo que Él quiere que haga, sabiendo que Él te ama de todo corazón, que Él quiere perdonarte, que no te va a dar un trabajo que no puedes hacer, y que te ayudaré en cumplirlo.
Quiero terminar enfatizando mi testimonio de Jesucristo: Yo sé que tenemos a Padres Celestiales, que nos aman perfectamente y que quieren que todos sus hijos regresemos a su presencia. Por esto fue mandado Jesucristo a la tierra para llevar la carga de nuestros pecados y ganarnos la salvación. Estoy siempre agradecida por este don y el amor que tuvo para llevar a cabo este milagro que es el centro de todo el plan de salvación y de todo lo que hacemos en esta iglesia. El tratar de seguir a Cristo me ha traido a este mismo momento en mi vida, y nunca me a ha fallado. Este conocimiento me humilla y me da esperanza para seguir adelante.